Sin dudas, la contribución de la agricultura moderna a la irreversibilidad del cambio climático es innegable. El desmesurado vertido de cantidades de agroquímicos (pesticidas sintéticos, fertilizantes y otros insumos), materia orgánica, sedimentos y sales en los cuerpos de superficie terrestre (ríos y lagos) o de subsuelo (acuíferos, ríos subterráneos) son sólo algunas de las acciones contaminantes que esta industria de producción alimentaria basada en plantas ha afectado fuertemente a diversos ecosistemas acuáticos y rurales, además de perjudicar la salud de miles de millones de personas y generado costos económicos anuales que superan los miles de millones de dólares.
Esto, sin mencionar a la directa relación que existe entre dicho tipo de agricultura con la industria ganadera que -según un estudio de la Organización de Naciones Unidas (ONU) publicado en 2019- es responsable de un 14,5% de las emisiones del efecto invernadero a nivel planetario. El 65% más nocivo de tales emisiones proviene de la especie vacuna, debido al gas metano presente en su estiércol generado -en una parte importante- luego que este tipo de animales comen plantas contaminadas con plaguicidas para alimentarse.
Sin embargo, pese a este deprimente escenario medioambiental, otros tipos de formas de cultivar la tierra para producir alimentos vegetales han venido a instalarse positivamente como una alternativa bastante auspiciosa y útil para revertir con bastantes niveles de efectividad las consecuencias de la contaminación del medio ambiente con fines economicistas devenidos de la industria agrícola empresarial.
En este contexto, la agricultura ecológica, orgánica o biológica consistente en un sistema integral de producción silvoagropecuaria (actividades de preservación y manejo del bosque nativo y plantaciones que garanticen la seguridad alimentaria) basado en prácticas de manejo ecológicas con el fin de conseguir productividad, pero entendida como la capacidad de la naturaleza de generar recursos al ritmo que ella proponga y sugiera, es decir, a través de la conservación y/o recuperación de los recursos naturales.
Profesionales agrícolas sustentables
Justamente, bajo esta lógica, el Instituto del Medio Ambiente (IDMA), como parte de su proyecto educativo centrado en la formación de especialistas para el desarrollo sustentable de Chile, imparte desde 2007 la carrera de Agricultura Ecológica para dar respuesta a la necesidad de contar con técnicos capaces de colaborar en la conversión del país hacia una agricultura sustentable, a partir de un planificación de métodos de producción cuyo objetivo principal sea la generación de alimentos vegetales utilizando sustancias y procesos naturales de intervención de la tierra que generen un impacto medioambiental limitado y controlado.
Carrera técnica-profesional, apuntado a implementar y promover políticas y acciones que, dentro de los procesos productivos agrícolas, contemplen aspectos tan fundamentales como el mantenimiento de la calidad del agua, el cuidado de la biodiversidad, la mejora de la fertilidad del suelo, el uso responsable de la energía y los recursos naturales y la conservación de los equilibrios ecológicos regionales y territoriales, entre otras consideraciones medioambientales. Todo lo anterior, ajustado irrestrictamente a los compromisos adquiridos por Chile a partir de la ratificación de tratados como la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro de 1992, reflejados en la Agenda 21 y la Convención de Diversidad Biológica y los objetivos 2030 de Desarrollo Sostenible planteados por la institucionalidad vigente.
Conjunto de acciones que, finalmente, buscan elaborar sistemas de producción que ayuden a satisfacer la demanda comunitaria y comercial de productos ecológicos fiables con el objetivo de incentivar la formación de consumidores con conciencia medioambiental que, a través de su predilección por la alimentación saludable en base a plantas orgánicas -sin procesos de modificación genética de células vegetales- permitan el desarrollo de un mercado equitativo para los productores, distribuidores y comercializadores. Además de promover el autocultivo como una manera de crear un sistema agrícola más diverso, equilibrado y sostenible que se traduzca en alimentos más sanos y saludables que favorezcan la nutrición y, por ende, la buena salud de las personas y del planeta.
Estudia Agricultura Ecológica en IDMA, ¡El presente lo exige!
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