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Día Mundial para Combatir la Desertificación y la Sequía: La esperanza en medio del desastre ecosistémico hídrico y terrestre

17 Jun 2022 | Noticias

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Nuestro país y el planeta completo se secan, y lo hace a pasos agigantados. ¿Se puede hace algo para evitarlo? Sí. ¿Cómo? Fomentando la conciencia ambiental, valorando y apoyando el rol de los pueblos originarios en el cuidado de los ecosistemas y quitando definitivamente los susidios estatales a las empresas extractivistas.

 

*Foto: Laguna de Aculeo (Chile)

En medio de una de las mayores sequías de la historia de Chile y el mundo, la conmemoración del Día Mundial para Combatir la Desertificación y la Sequía viene nuevamente poner en el foco de la discusión los factores y causas que han generado y acelerado el avance la desertificación a nivel planetario, pese a que lamentable y objetivamente ese trabajo de sensibilización no ha sido suficientemente efectivo en el propósito de promover y demostrar que sí existen alternativas para revertir la grave crisis hídrica que vivimos a partir de soluciones innovadoras que ayuden a mitigar o atenuar la degradación de la tierra en las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas provocadas por las variaciones climáticas y la actividad humana personificada principalmente por la acción de la industria extractiva agrícola y minera.

Según datos de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNCCD, en su sigla en inglés) mantiene afectados a 1.400 millones de personas en el mundo, y han aumentado en número y duración en casi un 30% desde el año 2000, sumado a estimaciones que señalan que para el año 2050 las sequías podrán afectar a más de las tres cuartas partes de la población mundial, y 216 millones de personas podrían verse obligadas a emigrar.

Pero, pese a este incierto y desalentador panorama, aún quedan opciones para no llegar a una catástrofe total. Esta solución se sitúa en el intercambio amplio y multidisciplinario de conocimientos, la capacitación y las buenas y decididas medidas gobernanza basada en una robusta asignación de recursos económicos que sean destinados directamente a las zonas y comunidades (principalmente indígenas y rurales) más perjudicadas por la crisis del cambio climático con el fin de que puedan mejorar sus técnicas agrícolas a través de agroecología y de gestión de la tierra, restaurando las tierras degradadas y desarrollando la resiliencia para optimizar estos planes de recuperación.

En este objetivo, sin duda, los bosques cumplen un rol fundamental en aplacar los efectos de la deforestación y la degradación de los ecosistemas forestales, crímenes medioambientales que agravan las condiciones para que la aridez de la tierra degradada propicie una catástrofe a través de inundaciones, incendios forestales y tormentas de arena (entre otras). Es por ello que la restauración de las masas verdes eliminadas por las acciones de la industria forestal -y otras- para atenuar significativamente los efectos de las sequías y del desvío de los causes de los ríos o lagunas para fines productivos de empresas extractivas.

Subsidiaridad al extractivismo forestal: la aceleración del proceso de desertificación

Asimismo, la necesidad de eliminar los subsidios a plantaciones forestales de monocultivos y tipos de agricultura que dañan los bosques se ha constituido en un imperativo ético fundamental para la protección del medioambiente a contar del consenso de un importante número de gobiernos alrededor del mundo con el propósito de frenar la deforestación. Sin embargo, y contradictoriamente, gran parte de estas mismas administraciones estatales son las que siguen incentivando la existencia y rentabilidad de las empresas de agricultura moderna y principalmente vinculadas a la industria forestal que anualmente talan miles de hectáreas de bosque y matorrales nativos para instalar en ellas monocultivos de especies exóticas.

Situación que ocurre en Chile desde 1974 con la política de bonificación de las plantaciones forestales y su manejo generada a contar de la creación del Decreto n° 701 que, 1974 y 2017, mediante licitaciones, convenios, fondos de inversión, programas y planes, ha otorgado millones de dólares para financiar plantaciones forestales (pinos y eucaliptus, principalmente) en diversos territorios especialmente ubicados en la 8va y 9na región del país, varias de ellas tierras ancestrales reclamadas por pueblos originarios y primeras naciones, especialmente de comunidades mapuche, con sus respectivos documentos históricos y legales que los avalan como sus propietarios originales según la Declaración de las Naciones Unidas sobre Derechos de los Pueblos Indígenas y del convenio 169 sobre Pueblos Indígenas y Tribales de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y de la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH).

Respaldo institucional a la crisis ambiental que vive el país que se suma a los millonarios subsidios de riego a agroexportadoras realizadas durante el periodo de las mayores sequías de la historia de Chile, por parte del Ministerio de Agricultura, a través de la Comisión Nacional de Riego, a partir del aumento de los recursos destinados a subsidiar obras privadas de riego que han beneficiado, principalmente, a empresas que previamente, sin cumplir lo que exige la ley, talaron bosque nativo sin reforestarlo ni tampoco sometiéndose a procedimientos de evaluación ambiental a pesar de generar impactos sobre los ecosistemas, política estatal que se agrega como factor de incremento al proceso de desertificación del territorio nacional como lo establece un informe de la Fundación Terram.

Recomendaciones científicas para frenar la desertificación y deforestación

Volviendo a las propuestas para abordar la problemática de la desertificación, consignar lo expresado en el año 2017 por un panel de especialistas en temas de deforestación convocados por el periódico británico The Guardian, se encuentra el apoyar y fortalecer institucionalmente el papel de las comunidades indígenas como los protectores más eficientes de los bosques, debido a que gran parte de la subsistencia e identidad cultural de los pueblos originarios alrededor del mundo están íntimamente ligados a estos ecosistemas terrestres. Por ello, y como se ha confirmado insistentemente, son estos grupos los más idóneos agentes de conservación de los territorios forestales debido al contenido de sus cosmovisiones basadas en un sagrado y profundo lazo con la naturaleza, lo que convierte a la población indígena que habita los bosques en actores claves para detener la deforestación, como lo señala Rachel Biderman, directora del World Resources Institute de Brasil.

Por otro lado, la socialización y difusión de las causas de la deforestación, junto a  proposición de efectivas y viables soluciones, tanto a nivel global como local de acuerdo a las características geográficas particulares de cada región, es fundamental para la creación de una conciencia ambiental desde una mirada educativa como política que ponga en el centro el relevar la importancia de todos los ecosistemas como soporte vital de la Tierra,  ya que ellos dependemos para el aire que respiramos, y el agua que bebemos  y la comida que comemos. Explicando de manera simple las funciones de cada uno, como, por ejemplo, enseñando que los humedales ayudan a filtrar los contaminantes del agua, las plantas y árboles aminoran los efectos del calentamiento global absorbiendo el carbono y los microorganismos desagregan elementos orgánicos y fertilizan el suelo para proveernos los alimentos saludables.

Finalmente, romper con unos de los paradigmas que errónea e interesadamente han sido impuestos por el neoextractivismo en torno a la idea de que la conservación de los bosques y el desarrollo económico son excluyentes, también resulta de vital importancia en la intención de avanzar desde el modelo económico actual basado en una idea de desarrollo que desatiende la importancia de la naturaleza y las comunidades a uno que integre como pilares fundamentales la protección de la naturaleza y la justicia ambiental y social. Y en donde el cuidado de los ecosistemas forestales a partir de la combinación de acciones la conservación, restauración y manejo sustentable de los bosques con la agricultura de enfoque ecológico y restaurativo puede producir mejores resultados en cuanto a productividad y beneficios medioambientales, entre ellos una significativa reducción de los índices de deforestación y desertificación que azotan a Chile y el mundo.

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