El 26 de Enero se celebró el Día Mundial de la Educación Ambiental, que tiene como principal objetivo despertar en la población una conciencia que le permita identificarse con la problemática ambiental local y global. Promoviendo la enseñanza de teoría y actitudes que llevadas a la práctica buscan llegar a la formación de una nueva ética, que reconozca las relaciones del hombre con sus congéneres y con la naturaleza, además de la necesidad de transformaciones sociales, políticas y gubernamentales que protejan y dignifiquen la vida en el planeta.

Fue en 1975, cuando las Naciones Unidas señalaron que cada 26 de enero se celebraría el Día de la educación ambiental. Tal resolución fue resultado del “Seminario Internacional de Educación Ambiental”, en el que participaron más de setenta países, y en el que se publicó la ‘Carta de Belgrado’, un documento que estableció las metas, objetivos, destinatarios y directrices básicas de la educación ambiental para el mundo.

Pero fue tres años antes, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente celebrada en Estocolmo, donde se debatió la importancia de cuidar el medioambiente y de la necesidad de establecer “unos principios comunes que ofrecieran a la sociedad una inspiración y guía para preservar y mejorar nuestro entorno”.

En Chile conceptos como medio ambiente y sustentabilidad se han introducido paulatinamente, siendo un hito trascendental la incorporación de  la “Educación Ambiental” en la Ley 19.300 (1994) de Bases Generales del Medio Ambiente, situándola al nivel de instrumento de gestión ambiental y por ende, como una obligación el Estado.

En este contexto nace IDMA, como la primera institución de educación profesional de Chile dedicada a la formación en medio ambiente y sustentabilidad. Hoy con 25 años de trayectoria formando profesionales verdes, nuestro proyecto educativo es más necesario que nunca.

Transitar hacia sociedades sustentables es urgente y la educación es la base para lograr una profunda revolución en las mentalidades, transitando de una posición antropocéntrica en que el hombre prima sobre la naturaleza, hacia una mixta que considere un modelo biocéntrico, donde el  humano es una especie más del ecosistema que nos sostiene.

Solo a través de la educación, podremos transitar hacia nuevas concepciones, hábitos y perspectivas que nos permitan romper el molde y construir sociedades capaces de dar respuesta satisfactoria a las demandas sociales y medioambientales inaplazables. Sociedades que sustenten su desarrollo en pautas de consumo responsables, que permitan la evolución de  modelos sociales competitivos  a otros basados en  relaciones de cooperación y respeto.

En resumen, nada hay más importante hoy que fomentar y fortalecer una educación que nos permitirá no solo la continuidad de la vida en esta tierra, si no  un buen vivir en este planeta.