El aumento cada vez más descontrolado de las emisiones globales de CO2 (dióxido de carbono) que, según la última actualización realizada a comienzos de noviembre por la Organización de Naciones Unidas (ONU) en el marco de la COP26 efectuada en Grasgow (Escocia), pronostican un crecimiento de 13,7% para 2030 respecto a 2010 en lugar de caer el 45% necesario para limitar el calentamiento a 1,5 grados a final de siglo, debido a las administraciones de países como Arabia Saudita, Japón, Australia, Argentina y Brasil aún no han hecho efectivos oficialmente sus compromisos de reducción de emisiones, como se supone debieran hacerlo según las normas del Acuerdo de París de 2015.
Posturas y cifras totalmente preocupantes que simplemente confirman que las proyecciones respecto a las consecuencias “irreversibles” del cambio climático -anunciadas por la misma ONU en agosto pasado- puedan pasar a ser catastróficas en cada vez menos tiempo si se continúa este acelerado ritmo de contaminación provocada principalmente por las altas concentraciones de gases de efecto invernadero adosadas a la atmósfera, mediante la generación de electricidad y calor producida por la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas natural que realiza la industria energética mundial a partir de la lógica economicista, extractivista y cortoplacista de la cultura industrial hegemónica.
Sin embargo, ante este adverso y desolador panorama, las alternativas que brinda la educación medioambiental se han posicionado como una esperanza cada vez más abrazada por personas que ven en el desarrollo sustentable la manera más eficaz y práctica de enfrentar la crisis climática y caminar hacia la construcción de sociedades conscientes y respetuosas de nuestro entorno y la vida en el planeta.
Efectivamente, las llamadas “carreras ecológicas” buscan formar profesionales que, puedan diseñar e implementar iniciativas con alto impacto para las comunidades, la sociedad y el mercado en su indispensable proceso de reconversión productiva sostenible.
En este sentido, proyectos educativos desplegados por casas de estudios como el Instituto del Medio Ambiente (IDMA), pionero en Latinoamérica en la formación de profesionales para el desarrollo sustentable, buscan justamente generar conciencia medioambiental desde un proceso de instrucción profesional que traspase lo teórico y se ejecute principalmente en el ámbito experiencial como parte del proceso formativo de sus estudiantes en carreras tan necesarias para afrontar la crisis climática global como Técnico en Agricultura Ecológica, Técnico en Construcción Sustentable, Técnico en Ecoturismo, Técnico en Energías Renovables y Eficiencia Energética, Técnico en Manejo de Áreas Silvestres Protegidas, Técnico en Medio Ambiente, Técnico en Paisajismo Sustentable, Técnico en Salud y Terapias Naturales y Técnico en Veterinaria.
Actualizada oferta académica de carreras con sentido medioambiental que sigue manteniendo el sello diferenciador y de prestigio en sus procesos de formación técnico-profesional centrado en generar capital humano especializado en la gestión de iniciativas y emprendimientos sostenibles, la producción de energías limpias, la renovación ambiental y el control de la atenuación de efectos ambientales que se inserten en distintas áreas de Sustentabilidad Ambiental en organismos gubernamentales, instituciones comprometidas con la Acción Climática, empresas de Economía Circular, Energías Renovables y de servicios de Bienestar Animal. Como también, considerando la fuerte presencia de actividades en terreno, nuestros titulados puedan apostar al fomento de acciones medioambientalistas realizadas por diferentes comunidades y grupos sociales asesorando y liderando proyectos sustentables que ayuden a cumplir la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, plan suscrito por Chile en 2015 como parte de 193 países miembros de la Organización de Naciones Unidas (ONU) conformes a atenuar los efectos del cambio climático mediante la descarbonización del planeta.
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